domingo, 30 de mayo de 2010

Viento

Lo primero es moverse.
Aunque carece de forma, el viento mueve todo lo que tiene forma; y a través del movimiento de todo lo que tiene forma se percibe.
Al sentirlo, todo empieza a estremecerse por simpatía.
Alzan su voz hasta los agujeros más pequeños del cielo y de la tierra: los bambús, el agua, los quicios de las puertas lo acompañan con sus voces.
El polvo se arremolina, se agitan los árboles, tiemblan las casas y hasta los cables de la luz se ponen a vibrar.
El cielo y la tierra están envueltos en el viento.

Haruchika Noguchi (1964)

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