En medio de cualquier lugar, preferiblemente uno prosaico y corriente, reposa esta forma. Hablo de forma porque es lo único que es. Forma pura, sin partes ni relaciones entre ellas. Es, en estricto sentido, un único "algo" - bloque, masa, forma de nuevo.
Es especialmente hermoso este edificio, cuando logro imaginármelo cilíndrico, cúbico, esférico; rematando un eje vial, o coronando las cabezas gachas de la arquitectura más triste.
¡Ah, qué bello sería ver esta maravillosa explosión, apareciendo de repente, como de las profundidades infernales, para purificar por medio de deslumbrante cuterización el tejido enfermo y adiposo de un pedazo de esta pobre, pobre ciudad!
¡Qué hermosa sería su caída de cuerpo celeste, sobre las miserias congeladas de una arquitectura estática!
Sí, el edificio imaginario no. 1 vuela. Se detiene en el aire, justo antes de caer, o levita tranquilo inmediatamente después de brotar de la tierra. Vuela, repito, a pesar de su enorme peso. Compacta, esta gema monstruosa se sostiene en el aire, bien sea reflejada sobre el espejo del movimiento (agua), bien posándose lentamente sobre un oscuro cojín de sombras (aire y tierra, al mismo tiempo).
El negro, los reflejos y la transparencia absorben toda la luz del entorno, y la concentran en una superficie previa que anticipa la llegada de este, el objeto por excelencia.
Enfatiza su caracter divino el color excepcional. En mi imaginación, este edificio siempre es dorado. Evidentemente, hablo aquí de un trozo de sol, o de una bola de fuego.
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