domingo, 9 de agosto de 2009

respuesta a un comentario

Un anónimo lector reclama la aparente incoherencia de este espacio. No sabe - afirma - si se trata de un diario de las relaciones sentimentales de la autora, o una colección de textos sobre arquitectura. Y tiene razón en dudar de qué se trata. Para aclarar sus dudas, debo confesarle que Esto y lo Otro nació hace dos años como una larga, larga carta de amor.
La comunicación entre dos seres separados por una enorme distancia, pero unidos por el entusiasmo que les producía el arte, sirvió como disculpa para pensar en mil temas, oir bonitas canciones, revisar citas de algunos libros de arquitectura y, claro, expresar los sentimientos de la dueña de estas palabras.
Sin embargo, una profunda decepción ("hay golpes en la vida, tan duros...", dice Vallejo), borró de un tajo el contenido acumulado durante casi dos años. Murió, con las entradas eliminadas, el registro de una conversación que siempre quise hacer interesante y divertida, cariñosa y estimulante. Al parecer, a nadie le importó demasiado que desapareciera el fruto de mis esfuerzos sostenidos de muchos días, ni mis palabras más bonitas, razón por la cuál dejé de pensar en la necesidad de hablar a alguien, y en cambio me encerré en mis propias ideas.
Verá, el anónimo lector: siempre he supuesto que es difícil comunicarse conmigo. Más he aquí que, en aquellas oportunidades en las que he propuesto una conversación pausada y generosa, en las que he abierto un espacio para platicar tranquilamente y en las que he mostrado el fondo de mi alma, me ha respondido el eco de mis propios pensamientos - nadie contesta.
Así, estimado anónimo, resuelvo la duda que parece estar implícita en su comentario. De paso me doy cuenta del momento en el que vivo. Efectivamente, este - mi blog - es ahora un monólogo incoherente, que se debate entre el amor por un oficio noble y hermoso, y la tristeza que me produce saber que mi destino parece ser solitario.
Escribo cada vez que me dan ganas de hablar con alguien que no existe - me dirijo a algún ser generoso que, sin buscar un orden que no tengo, simplemente entienda que mi corazón está puesto en cada una de estas entradas desordenadas.
Soy yo este desorden. Porque - alguna vez cité a Ramón Ángel Correa, poeta colombiano - cuando aspiré a algo organizado y bello y trascendente, "todo me trampió".
No aspiro a nada claro ahora...

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