“El profesor y director de la Academia de Roma, Herbert Gericke, que en 1.932 también había invitado a Mies (van der Rohe) a participar en un concurso restringido para el proyecto de su propia vivienda, muy pronto prescindió de un ‘arquitecto realmente artístico’, ‘porque no quería tener que librar una batalla intelectual con él sobre la forma de un picaporte, sino que necesitaba una personalidad de segundo orden, que “hiciera lo que yo quisiera”’. La respuesta que Mies envió a Gericke pone de manifiesto con toda claridad que Mies consideraba la transformación y ampliación de la vivienda y la materialización de una nueva idea del espacio como la verdadera tarea del arquitecto. No solo el arquitecto, sino también el cliente, estaban culturalmente obligados a emprender esta tarea social:
‘Muy distinguido Sr. Catedrático:
Hasta hoy no he podido contestar al escrito que me ha dirigido, ya que en las últimas semanas he estado demasiado ocupado con la nueva construcción del Bauhaus y aquello que quería decirle ya no hubiera alcanzado su fin. Comprendo que desee ser dueño de una casa a su gusto, pero lamento que en este caso no se ofreciera la posibilidad de dar un paso decisivo en la evolución de la edificación de viviendas.
No quiero ocultarle que estamos desengañados y que haya solucionado el tema como un particular. ¿De quién hemos de esperar una predisposición de servicio cultural, si no es de las personalidades que están profesionalmente ligadas a la vida cultural de la nación?’”
Neumeyer, Fritz, La Palabra Sin Artificio: Mies van der Rohe: Reflexiones Sobre Arquitectura 1922 – 1968, El Croquis Editorial, Madrid. 1.995, pg. 327